Adaptación para la gran
pantalla de la novela homónima del escritor oriundo de Seattle Isaac Marion.
Publicada a principios de 2010, convirtiéndose inmediatamente en todo un éxito de
ventas.
Este éxito no paso desapercibido
para las numerosas productoras con sede en la soleada Los Ángeles, desesperadas
por encontrar la nueva saga cinematográfica que les reportara miles y miles de
la verde moneda.
Detrás de esta película (por
llamarla de alguna manera) encontramos a la productora “Summit Entertainment”, responsable
de esa saga de vampiros estreñidos y sosos que han destrozado taquillas por
todo el mundo. Ya con este detalle podéis poneros a temblar (esta gente no es
capaz de ofrecer un producto de calidad ni de casualidad).
El elegido para sentarse en
la silla de director fue Jonathan Levine, que se había ganado a parte de la
critica con su anterior trabajo como director, el drama “50/50” (2011). Levine
es también en solitario responsable de el guión, un libreto soso y ñoño con algún
que otro detalle interesante (los zombies al comer el cerebro de sus víctimas
adquieren sus recuerdos).
R es un zombie que deambula
de un lado para otro hasta que un día encuentra un pequeño grupo de
supervivientes. Estos son masacrados por el resto de sus compañeros muertos, mientras
el comienza a sentirse atraído por una de las chicas del grupo.
La pareja protagonista posee
una alarmante falta de química, Nicholas Hoult (“Jack el caza gigantes”) vuele a enseñarnos lo soso y
aburrido que es y Teresa Palmer (“El aprendiz de brujo”) se limita a ser un
bonito elemento decorativo. John Malkovich (“Red 2”) en piloto automático se
limita a coger el cheque y brevemente hace acto de presencia a un emergente Dave Franco (“Ahora me ves…”).
La excelente fotografía es obra del español Javier Aguirresarobe (“La
carretera”). Utiliza tonos grises y monocromáticos dotando a la película de ese tono tan deprimente.
La película empieza con un
brillante y simpático prologo con voz en off de R (recuerda al visto en la divertidísima
“Bienvenidos a Zombieland”), pero una vez pasados estos cinco minutos iniciales
todo va cuesta abajo. Convirtiéndose en una insoportable y soporífera película.
En las que estos cuerpos putrefactos son capaces de cualquier cosa (hablan,
conducen, tiene sentimientos, etc…), algo que seguramente enfadara a los aficionados
al género de muertos vivientes.
No podemos olvidarnos de esa
ridícula y bochornosa cura que responde al nombre de “amor”. Capaz de devolver
a la vida a estos cuerpos en estado de descomposición
y hacer que sus corazones vuelvan a latir. Aunque ya lo decía “Frankie goes to
Hollywood”: “el amor es la luz que ahuyenta la oscuridad”.
Si eres seguidor de la
excelente “The walking dead” o simplemente os encanta el género zombie os
recomiendo que paséis de largo ante tal despropósito. ¡¡¡CORRED INSENSATOS!!!
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